EL PROBLEMA DE SIEMPRE
Invariablemente, de manera constante los altos funcionarios denuncian la corrupción en todas sus formas y expresiones, particularmente en el ámbito de la administración de justicia. En efecto, su aumento se debe a la impunidad de la que gozan ciertos servidores públicos de elevada jerarquía, ¿estas denuncias ayudan a resolver el problema?, definitivamente NO, inclusive causan desasosiego y estupor por su impudicia.
Es un espectáculo digno de Kafka, cínico y desvergonzado, que los funcionarios reconozcan la existencia de la corrupción y no hagan nada serio por eliminarla; la capacidad y el descaro que muestran ante esta situación sin combatirla es alarmante fuera de las paparruchas y del discurso fácil de censurar, pero que hacen exactamente nada para eliminarla.
Con cierta frecuencia se presentan cargos contra servidores públicos corruptos y jamás se actúa contra ellos (salvo que sean perseguidos políticos o enemistades personales de los funcionarios); la impunidad sella con su flamante huella y como los casos abundan, sería ocioso nombrar a estos sinvergüenzas, a quienes jamás se les ha sancionado gracias a la corrupción imperante en nuestro Estado y en todo el territorio nacional, por el contrario, se les protege y aún así, se comete el descaro de hablar de “combate a la corrupción".
La corrupción apenas es una transacción entre quien corrompe y quien se deja corromper; aspecto cotidiano en el ámbito de la administración e impartición de justicia, la recepción de dádivas y/o beneficios, o la exigencia de ellas para actuar en forma adversa a lo que marca la ley, pero también debemos tener presente que otra forma de corrupción es la actuación deliberadamente negligente, o inepta o la ignorancia que viene siendo usual en nuestros actuales funcionarios públicos.
¿Hasta cuándo y qué debe pasar, para exigir la renuncia, así como para someter a juicio a un sinnúmero de inmorales? hasta tanto en cuanto estos pillos permanezcan en sus cargos, para los que no están preparados y donde cometen sus jugarretas, todo cuanto se diga en materia de corrupción serán peroratas carente de todo sentido.
Las corruptelas en el ámbito jurídico, también se extienden al Poder Ejecutivo y al Legislativo, donde a pesar de que se denuncia a los malos funcionarios, la existencia de cotos de poder y patentes de corso, son lo habitual.
Con procuradores, magistrados y jueces ineptos y proclives a favorecer la corrupción, resulta inútil y hasta absurda, cualquier acción a enmendar la deteriorada imagen de la administración, procuración e impartición de justicia.
Insisto, el cese, remoción y posterior enjuiciamiento de tales pillos servirá de ejemplo, para otros servidores públicos egocéntricos, preocupados en exclusiva a cultivar su imagen personal y promocionarse.
Concluyo diciendo que la corrupción es una lacra que debe ser atacada con arrojo y con honestidad, proceder al cese y la consignación de los funcionarios de elevado rango, que han sido encontrados culpables…. La salida fácil de “correrlos” omitiendo el justo castigo, incrementa el enviciamiento, ya que la impunidad de que gozan estos “servidores” públicos corruptos, llega al extremo de que son promocionados a un nivel más alto en los cargos que ostentan; tanta desfachatez hasta al mismo Ripley le resultaría increíble.